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New Wave Hookers: La banda de sonido de un futuro distópico

New Wave Hookers: La banda de sonido de un futuro distópico

Entrevista a Black Mandingo & Son Bo

A punto de cumplir un año del lanzamiento de New Wave Hookers, el último álbum de Black Mandingo (aka Pablo Laverno), juntamos al productor oriundo del sur del conurbano bonaerense en Argentina, con Son Bo (aka Francisco Spertino), que desde tierras cordobesas fue el responsable de traducir el imaginario visual y conceptual en el arte general de toda la producción. Una charla que desgrana en profundidad el corazón y la búsqueda estética de este artista, referente máximo de la escena underground de la primera ola de cumbias electrónicas, que con un estilo duro y desprejuiciado rompe con todos los esquemas del género.

¿Cómo definirías tu búsqueda sonora?

BM: La búsqueda estética en todos mis proyectos es una exploración sin muchos parámetros claros ya que siempre me dejé llevar por el desprejuicio y la intuición. La música para mí tiene que expresar libertad, y si es así, que las notas sean las correctas o que la base sea la indicada, poco importa. Personalmente me identifico tanto con Karlheinz Stockhausen como con Pablo Lescano de Damas Gratis, con Erik Satie como con Afrika Bambaataa, Lorenzo Palacios, Quispe "Chacalón", Luigi Russolo, Boredoms, Syd Barrett, Pascualillo Coronado, Giorgio Moroder, Genesis P. Orridge o Throbbing Gristle, por tirarte algunos ejemplos. ¿Qué más divertido y atractivo que la variedad absoluta? A mí me gusta todo, el noise, la bachata, el techno, el reggaeton, el hip hop, el post punk, el krautrock, el ambient, la kachaka, la música clásica. Soy melómano, desde que grababa experimentos en cassette de la radio cuando era niño o me grababa con un órgano conectado al minicomponente. Soy una especie de vagabundo diletante, así que este proyecto también bebe del cine, la literatura, las vanguardias, el ocultismo, los fracasados, los hedonistas, la filosofía, de lo que otros descartan, de los residuos que dejan los exitosos. Desde que encontré una identidad personal en este proyecto en particular, hace más de diez años, le di sin parar y me encontré con caminos excitantes que antes no conocía, pero que indudablemente me representaban. El sampleo básico, la base pesada, el pitch grave, la métrica cuadrada, la repetición. El mambo que te vuelve loco en la pista de baile me resultaba muy difícil de lograr. Que la música sea un estado alterador de conciencia. Dicen que cuando el hombre se encuentra así mismo, es realmente libre, por eso una vez que me encontré con mi sonido, le di para adelante sin parar.

¿Cómo fue el proceso creativo en lo musical para New Wave Hookers?

BM: En el caso de NWH, tenía cuatrocientos samples que corté el verano de 2019, pero usé muy pocos. El proceso creativo venía creándolo unos años antes, pero la composición fue realmente una verdadera Revolución de Octubre, un exorcismo, un arrebato total. Habían pasado cuatro años desde Honcho, mi disco anterior. Entonces me instalé en el estudio y comencé a tirar de un sedal muy fino y fue una catarsis intensa, de jornadas largas e imparables, días sin dormir, y al final terminé agregando más hardware que software. Hace tiempo vengo despegándome de los sonidos latinos, quería agregar elementos más del techno y del house, del acid y de lo más industrial, entonces los sintes analógicos, los secuenciadores, la distorsión y las cajas de ritmo tomaron más protagonismo. Quedé bastante conforme con el resultado final. Creo que algunos temas del disco podrían sonar tranquilamente en un subsuelo de Berlín, o en esas fiestas de tres días de psytrance.

¿Por qué elegiste a Son Bo? ¿Qué te atrae de su arte?

BM: Germán de Souza de Folcore me había presentado a Fran como diseñador del arte del disco y no lo dudé un segundo. Sabía que tenía en su haber varios trabajos para artistas grosos. Es un artista creativo muy versátil. Tras haber hablado en un par de mensajes nos pusimos de acuerdo de inmediato. Yo le propuse mis ideas, el concepto que tenía en mi cabeza, y él lo interpretó rápido. Me cuesta mucho trabajar en grupo, hubo cambios radicales de última hora, mensajes de urgencia, y él se adaptó a las circunstancias de modo muy profesional. Enseguida tomó el rumbo correcto y me ofreció detalles que no había visto, pero me encantaban y completaba la obra. Entendió perfectamente mi intención estética, la imagen de mi música, y admitió que era la primera vez que hacía algo parecido. Pero quedé impresionado con el resultado, desde la tapa y contratapa, hasta el arte interno, el arte de la edición en cassette, todo de un acabado exquisito y muy cuidado. Estoy muy contento de que hayamos trabajado juntos.

 

¿Qué diferencias notas a primera escucha respecto de Zavaletastyle, editado un año antes?

BM: Claramente son dos cosas distintas. Zavaletastyle es una recopilación de temas inéditos de 2009, 2010 y 2011, pero a pesar de la distancia temporal, la búsqueda sonora fue la misma. Daniel Melero dijo alguna vez algo así como manejar más información que formación. Y esa es una consigna invaluable para mí, ya que todas las rupturas que realmente sentaron un precedente en la historia de la música, jamás vinieron de la mano del academicismo. Y en Zavaletastyle escuchás elementos que suenan bien como de casualidad, yo te lo digo así y parece errático y gracioso, pero eso es muy difícil de lograr aplicando solfeo y teoría.

La música es más bien lo que está entre nota y nota, en los silencios, en mi caso tiene más que ver con el readymade y la improvisación. Creo que en Zavaletastyle, como en Underground Memories, está mi material más arriesgado y ecléctico, de corte más experimental y con un sonido más lofi. NWH se perfila desde ya como un álbum con un concepto estético claro y de un sonido más meticuloso. Andrés Oddone y el equipo de mastering de Producciones Ensimismadas hicieron un excelente trabajo. Mi agradecimiento va para ellos también.

¿Cómo fue la repercusión a casi un año de la salida del disco?

BM: Hoy tenemos la suerte de hacer música, subirla a la nube y que en minutos se escuche en todo el globo. De tener tu propio estudio o sello discográfico. Eso me parece fascinante, no digo que esté bien o mal, pero me resulta de ciencia ficción, muy al estilo de Julio Verne. El futuro llegó hace rato. Hoy la música sigue siendo un acto político, y al estar al alcance de cualquiera en todo momento, ¿te imaginás el poder que tienes en tus manos? Las redes sociales juegan un papel fundamental, aunque son bastante oscuras, son herramientas mal usadas creo yo. Hay mucha frivolidad, hay mucho reflejo en aguas turbulentas. Quiero decir que las piezas están dadas para hacer lo que vos quieras, o por lo menos para jugarlas lo mejor que puedas y tratar de hacer un jaque mate. En mí caso yo hago música y la difundo por Internet, estudio con Internet, me comunico con sellos discográficos y productores de todo el mundo. Youtube es la red social que más me gusta, hay cualquier cosa que imagines, es casi como la Deep Web en cuanto a contenido. Internet es también un entretenimiento, pero como internauta ya sé hasta dónde llegar. No soy conspiranoico con las redes sociales. Como usuario yo asumo un personaje, un alter ego y no entrego mis datos reales. Yo no existo en Internet en realidad. Tengo blogs de poesía y literatura, y confieso que no paro de bajar películas también (risas). Hoy el placer se baja por Internet, es como un dealer que vive contigo. ¿Sino cómo se explica que hay un contenido que se vuelve viral? Yo cambiaría la palabra viral por adicción. ¿Y los memes? Tienen una definición semiótica en wikipedia junto a artículos sobre Derrida. Esto es increíble y absurdo a la vez. Todo esto parece un hechizo, algo parecido sucedió con NWH, a los pocos días de su lanzamiento por Bandcamp, recibí mensajes de gente desconocida de otros países pidiéndome la descarga gratuita o simplemente para hablar por webcam. Después fui trend topic en Twitter, creo que tuvo que ver con el tema de Black Lives Matter. ¡Pensaron que yo era una parodia y mi nombre un chiste acerca de la negritud y se enojaron conmigo! ¡Como si yo fuera enemigo de la comunidad afroamericana! Burroughs bien dijo que el lenguaje es un virus, y más allá de lo que sucedió con Floyd, un aberrante episodio del cual no voy a hablar ahora, que me interpreten así solamente lo confirma. El lenguaje como mensaje, una vez emitido, es un virus. ¿Qué puedo hacer? No me involucro, no puedo controlar todo lo que se dice de mí, tampoco me corresponde.

 

 

¿Qué podés adelantar del trabajo visual que están encarando actualmente post edición de New Wave Hookers? ¿En qué consiste?

BM: Yo venía con toda esta visión underground de los fanzines, del cut and paste, del DIY, el collage y esta idea cuasi panfletaria de revolución post apocalíptica, bastante cyberpunk. Toda una imaginería muy distópica, que se relacionaba con películas como Metrópolis de Fritz Lang, Blade Runner, The Warriors o Escape from NY de Carpenter, o con libros como A Brave New World, 1984, Valis de Philip Dick, Nosotros de Evgueny Zamiatin o Neuromante de William Gibson. Son Bo está al tanto de todo esto. Creo mucho en la libertad de la información y la idea visual que tenía para el disco era la de representar las minorías marginadas de la sociedad y sus estéticas, aquellas que para mí son las más atractivas y seductoras. Pero también quería representar esa vieja, pero lamentablemente siempre vigente, idea de Revolución Industrial y sus conglomerados gigantes, cuyos engranajes parecen estar cada vez más aceitados. Hablamos todo esto con Son Bo y buscamos establecer un Nuevo Estado Psíquico. ¡Confeccionar videos con contenido subliminal y un fanzine dogmático, como una especie de manifiesto en contra de todo! (risas) Mucho contenido audiovisual de contracultura. Este sistema, esta maquinaria implacable y sanguinaria, parece funcionar desde un orden elevado e inalcanzable. Pero creo que puede caer en cualquier momento. Estamos en los tiempos que predijo Marshall McLuhan acerca de la comunidad global y hoy más que nunca El medio es el mensaje y la estructura es hija del poder establecido. Creo que es deber de cada uno apagar un poco la televisión, ver y sentir el mundo que nos rodea, más allá de las pantallas. Entiendo que para más de uno debe ser como tomar LSD, es que hay en todo este proceso una fenomenología inquietante y desconocida, pero si desde nuestro lugar podemos ayudar a los demás a darse un baño de realidad, mejor.

¿Cuál es tu mirada sobre la escena de la cumbia digital y sus múltiples subgéneros en la actualidad?

BM: ¿Podés creer que yo no sé qué género hago? (risas) Para ser sincero a mí nunca me gustaron las clasificaciones, por eso cuando me dicen cumbia digital, yo no sé bien qué es, ¿estamos hablando de los remix de cumbia de finales de los noventa? ¿DJ Taz era cumbia digital, Vampiros Deejay, o el Yankee, o quizás el DJ Tero? ¿Es cumbia hecha con la computadora? ¿Cumbia con base? ¿Y los sintetizadores en la primera época de la cumbia villera? ¿Guachin era cumbia digital? Incluso a finales de los ochenta y principios de los noventa había experimentos con la cumbia. Pero a esta altura esa experimentación ya es mainstream. Sí puedo decirte que hubo un momento fundacional inédito en la escena nocturna de Buenos Aires, con mixturas de sonidos bien periféricos como la cumbia colombiana con acapellas de gangsta rap o reggaeton bien tradicional con acid house, o sonidos bien telúricos con electrónicos. O bien la inclusión en la pista de géneros de baile sudafricanos o asiáticos, era un laboratorio del baile, una mezcla hermosa, estábamos presenciando un cambio de paradigma, una nueva comunión, y creo que eso desarrolló gran parte de lo que hoy algunos managers han acuñado como Cumbia Digital. Ese mestizaje en la pista de baile fue una explosión maravillosa, super florida, colorida y renovadora. Yo lo viví y no lo podía creer. Pero nunca me identifiqué con este pseudo género. Además no me gusta el término, ¿pero está claro que vende mucho, no? Prefiero decir Revisionismo Neo Electrónico de Música Latina. Veo un gran avance de una nueva generación, una generación de la urgencia y de la tecnología, y esta sí que es digital, y si me hablás de subgéneros en la actualidad no veo mucha perspectiva de experimentación ni renovación. No corren riesgos, usan el mismo programa, no me digan que no. Veo muchos DJs que mezclan bien y proponen sonidos bailables bien duros y digitales, o texturas folklóricas con bases electrónicas, están los que producen su propio material también, pero desde mi óptica, son todos iguales. Parecen clones de sí mismos. Además son pura imagen. Para mí existen los cinco o seis primeros grandes productores o grupos de la movida, aquellos que yo admiro, que conocemos todos, y marcaron el camino, el resto son alumnos de ellos. Debe haber alguna que otra excepción, como en toda regla. Pero que no se me malinterprete, hablo de esta música en particular. ¡Después de todo esta es una época maravillosa de la humanidad, con redes sociales, plataformas digitales (risas), cuando yo empecé estaba contento que podía subir un par de canciones a Myspace!

Además del trabajo visual que están encarando junto a Son Bo, ¿cómo sigue tu 2021?

BM: Pasé toda la cuarentena componiendo música para diversos proyectos paralelos y a la vez imaginando cómo será el próximo disco de Black Mandingo. Quisiera componer una banda de sonido alternativa para La Casa del Ángel de Torre Nilsson, o Las Aguas Bajan Turbias de Hugo del Carril, editarlo como un shanzhai de mí mismo y difundirlo por Reddit. Me encanta descubrir lo que otros ignoran. Componer desde las ruinas de algo, construir desde la destrucción, y desde mí lado hace tiempo que dejé de componer con la computadora, así que supongo que el próximo disco será enteramente producido con máquinas, y me cautiva pensar qué me deparará la inspiración para entonces. Lo que no dudo es que será un grito de libertad, algo un poco incomprensible o que no lo escuche nadie, extravagante y que nadie hizo. Esa es mi principal consigna, que refleje una visión de belleza desconocida. Jamás me interesó vender o exhibirme como producto de consumo, quiero vivir para la música y no vivir de la música. ¡Creo firmemente que esa propuesta es la verdadera función de un artista, componer una variedad de milagro que sorprenda y shockee! Cuando Stravinsky presentó la Consagración de la Primavera en París en 1913, provocó un escándalo en la audiencia. Los espectadores se volvieron locos y arrancaron las butacas, casi destruyen el teatro. Los volvió locos el carácter vanguardista de la obra, no la entendieron. Stravinsky la presentó más como expresión corporal que como un ballet, más como una performance que como una obra clásica. Un adelantado total. O como sucedió con el Fauvismo, que en su momento tampoco fue comprendido, pero fue un pilar fundamental para las vanguardias artísticas posteriores. Deseo lo mismo para mi próximo álbum.

3 PREGUNTAS A SON BO SOBRE INFLUENCIAS Y EL PROCESO CREATIVO DEL ARTWORK DE NEW WAVE HOOKERS

¿Cuáles son tus principales influencias visuales?

SB: Es difícil enumerar influencias visuales. Siempre amé la música y las tapas de los discos que escuchaba eran ventanas a posibilidades, épocas o emociones. Una foto de Jimmy Smith transpirado sobre el Hammond B3, el caleidoscópico mundo de las pinturas de Mati Klarwein para las tapas de Miles Davis, o la luz violeta futurista del Y2K en Pre-Millenium Tension de Tricky. Creo que el concepto de diseño de producción, como en el cine, es el que me interesa, al menos como horizonte, para encarar una cubierta de disco o un flyer o un póster. La música, la historia, es la protagonista. La imagen funciona en la medida que complementa el mundo que invita a escuchar. ¡De hecho no vemos realmente a Jimmy Smith transpirar en la tapa de Root Down, lo escuchamos transpirar! Sí debo mencionar concretamente a artistas gráficos cuyo trabajo me entusiasmó e inspiró a echar mano a estas cuestiones, como los collages psicodélicos de Larry Carlson y las pinturas enteogénicas de Paula Duró, donde la imagen funciona como portal a la meditación o una invitación al conocimiento; pero también el desparpajo barrial vectorizado de Freshcore o la frescura saturada de los flyers de la Vieja Flores. Estos artistas, entre muchos otros, me contagiaron las ganas de ser parte y de dialogar con sus imaginarios. Acá, unos pocos años después de conocer sus trabajos, sigo con mucho por aprender.

¿Cómo fue el proceso creativo para el arte de New Wave Hookers?

SB: El proceso creativo para el arte del disco estuvo buenísimo porque fue muy colaborativo y una interesante triangulación: partiendo de las ideas y la visión del propio Black sobre el proyecto, los aportes inspirados de Germán de Souza a partir de la escucha, y yo intentando procesar gráficamente todo lo vertido. Un verdadero proyecto de co-creación con Black y Germán, donde hasta un cadáver exquisito del propio Black quedó en el insert del vinilo. La paleta sonora del disco, con la capacidad evocadora de los gruesos trazos de los sintetizadores, ya arroja una base espacio temporal anacrónica e inasible que dispara las texturas y monocromía de la estética visual del disco: el DIY del fanzine y de los cassettes de música industrial y del noise de mediados de los setenta a principios de los ochenta, el imaginario de banda de sonido cyberpunk, la inmediatez panfletaria e insurgente, pantallas de ruido blanco, la rebeldía del corta y pega. Todo eso fue inspirando el proceso, un camino en el que produjimos muchas imágenes hasta ir arribando a la tapa en sí misma. Y entre todas las ideas disparadoras que me dió Black, una era casi una máxima: dijo “quiero blanco y negro, y un toque de rojo”, y eso fue lo que quedó, una tapa austera y minimal.

¿Qué podés ampliar del trabajo visual que estás desarrollando para incorporar a la cosmovisión del disco?

SB: Además del arte propio del disco y del cassette, y de la producción de imágenes de posibles posters y panfletos, estamos expandiendo el imaginario gráfico a lo audiovisual para complementar algunos tracks con video. La diégesis sónica contenida en el disco es muy inspiradora para intentar traducir visualmente: por momentos la música se siente como estar en Tech-Noir, el boliche donde entra Terminator a buscar a Sarah Connor en la película del año 1984, sólo que el boliche está en el conurbano y lo que suena es proto cumbia industrial. En otro momento pensás que estás escuchando a la banda pionera de tecno argentino Abaddon en un disco perdido en colaboración con Los Electrónicos Disonantes del Paraguay. Hay un anacronismo mágico en el disco que te lleva a un mundo distópico de una película de Carpenter donde la pandilla la lidera Isabel Sarli, un fin del mundo subterráneo, maquinal y gris donde todo está corrompido pero donde la borrachera y el baile son un reducto de resistencia, o cuando menos generan una ilusión necesaria. Todo esto, de algún modo más o menos explícito, impregna las visuales que estamos desarrollando.

 



Diego Altabás

Diego Altabás

Diego Altabás (Argentina, 1977) es periodista, productor, viajero y malabarista. Escribió para reconocidos medios gráficos como Rolling Stone, THC, La Mano, Picadero, entre otros. Durante diez años fue parte del staff de la revista Newton Las Pelotas!, una publicación mítica en el sótano de la cultura editorial, a comienzos de la era 2.0. Hace 18 años co-dirige la productora artística Electroarte (@electroarte), con la que trabaja produciendo y dirigiendo shows performáticos en eventos, fiestas y festivales. Fue co-creador de Día Libre, Encuentro de Arte y Deporte Urbano Freestyle (6 ediciones / 2009-2011). Forma parte hace 10 años de LigLab (@liglab), colectivo de light painting y fotoperformance. En 2017 editó su libro Mexicodelia, una crónica de viaje autobiográfica, bitácora psicodélica por la cultura de la noche y las raves mexicanas en los inicios del 2000.

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